Dragonlance: La misión de Riverwind
La segunda trilogía de Preludios de la Dragonlance abre con La misión de Riverwind, una novela escrita por Paul B. Thompson y Tonya C. Cook, y protagonizada por el fiel compañero de Goldmoon, el bárbaro que-shu Riverwind. Esta novela bien puede considerarse una continuación directa del relato El corazón de Goldmoon, escrito por Laura Hickman y Kate Novak e integrado en el tercer volumen de la primera trilogía de Cuentos de la Dragonlance. De hecho, la novela incluso hace referencia directa a acontecimientos que tienen lugar en dicha historia. ¡Así que es recomendable leer el relato antes de empezar con la novela!
Pero hablemos de La misión de Riverwind. Como cualquier lector que conozca los acontecimientos relacionados con la Guerra de la Lanza y que haya leído las Crónicas de la Dragonlance supondrá, el título es una referencia directa al periplo que emprende Riverwind en busca de pruebas de la existencia de los antiguos dioses, hazaña con la que demostrará ser digno de desposarse con su amada Goldmoon. Así se hace constar también en la sinopsis que puede leerse en la contraportada, de hecho. Sin embargo, poco después de que Riverwind abandone el poblado para emprender su misión, acompañado de su excéntrico amigo Cazamoscas, ambos caen por un pozo, como si de Alicia en el País de las Maravillas se tratase, y aparecen en un reino oculto bajo la superficie; reino del que nunca antes se supo y que, hasta donde yo sé, nunca se volvió a mencionar después de esta novela. En ese lugar, Riverwind y Cazamoscas se ven envueltos en una extraña aventura, durante la que harán tanto amigos como enemigos. Finalmente, cuando quedan zanjada la trama del reino subterráneo, los dos bárbaros, acompañados por una joven nativa de dicho reino, emprenden un viaje hacia la superficie, viaje que los llevará hasta Xak Tsaroth, donde Riverwind se enfrentará a goblins y draconianos, en incluso a la dragona que custodia en lugar. ¡Ah, sí! Durante esta aventura, y de forma totalmente accidental, encontrará la famosa vara de cristal azul que le permitirá demostrar la existencia de los antiguos dioses y que supondrá el inicio del regreso de dichos dioses.
Debo confesar que esta novela me resultó desconcertante en su conjunto. El hecho de que esté protagonizada por Riverwind, el personaje más plano de todos los que forman el grupo principal de las Crónicas de la Dragonlance, no me resultaba muy atractivo de por sí, pero es que, lejos de narrar una epopeya de búsqueda y conflicto entre el hombre y los dioses, argumento que tenían ya servido por aquello de que el bárbaro se marchaba en busca de pruebas de la existencia de los antiguos dioses, los autores parecen olvidarse de todo eso, y prefieren colocar al protagonista en una aventura que nada tiene que ver con su misión, y que nada tienen que ver tampoco con el resto del rico mundo de la Dragonlance, de tal forma que en ocasiones da la sensación de que si cambiásemos el nombre del protagonista podríamos estar leyendo una novela que nada tuviera que ver con la Dragonlance. Tan solo en la recta final de la historia, y de forma precipitada y forzadamente conveniente, los acontecimientos dan un giro que llevan a que, de forma totalmente casual y casi sin ser consciente de ello, Riverwind encuentre lo que estaba buscando. Francamente, no encuentro ningún sentido a que se optase por contar la historia de esta forma, haciendo en el proceso que lo que debía haber sido un viaje del héroe lleno de épica, quede reducido a una aventura totalmente prescindible e irrelevante en el mundo de la Dragonlance, en la que, para hundir más todavía al héroe, este cumple su misión de forma accidental, como quien se encuentra un billete tirado en el suelo mientras va a hacer unos recados. Incomprensible.
JOAQUÍN
SANJUÁN
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